lunes, 24 de noviembre de 2008

manos capítulo 4 y 5

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foto por luciérnaga

4
El sol entra por las persianas rotas y va directo a mi rostro. No alcanzo a cubrirme y giro a donde estaba el niño, la cama está tendida. Se parece mucho a la tuya, recuerdo que caímos muchas veces en el suelo de duela, por falta de media plaza más que diera campo para nuestras batallas sin balas. Pero al menos nos obligaba a mantenernos enlazados y no solo de manos.

A parte del atractivo de tu madurez, la brillantez de tu mente me deslumbró como a todas mis compañeras. Pero tuve una gran ventaja sobre ellas, era buena dibujante, lo supiste desde el día en que viste mi boceto de tu retrato. Además supiste encontrar en mis dibujos sangrientos, sin sentido y hasta suicidas, ese encanto especial que solo yo valoraba y comprendía desde que empecé a dibujar en los pizarrones de la escuela. Aunque luego las maestras, los borraban y me enviaban a la dirección, a orientación o simplemente al rincón, a reflexionar la importancia de que los perros tuvieran solo una cabeza, de que las arañas no se comen a los niños y otras tantas reglas que nunca aprendí.

Hasta los compañeros se asustaron con mi trabajo, pero tú lo elogiabas. Así, luego de clases me hacías quedar para compartir opiniones que terminaron en salidas al bar de en frente, a tomar café, a tu casa, a la mía... En fin, largas jornadas en que los labios enmudecían y daban paso al diálogo de nuestras manos a través del dibujo, de tus experimentos en la cocina, de mis intentos de canción en tu viejo piano, del contacto de mis dedos escrutando los escasos vellos de tu pecho, de tu índice recorriendo la hendidura de mi espalda o mi meñique tratando de hallar la línea de tus labios casi imperceptibles en la obscuridad. 

Mis manos cobraron una vitalidad especial desde que empezamos a frecuentarnos, a parte de que perdían el control de mi mente en tu cuerpo, empezaron a ser también muy creativas en el papel.

Disimular fue fácil al principio, nuestros ojos de triste mirar por naturaleza, nunca mostraron si quiera una sutil beta de amor de lo que ocurría luego de las nueve todas las noches. Pero todo termina por descubrirse o peor aún, no se descubre nada y termina.

La enfermera vuelve. Luego de poner ojos de arrepentimiento por el incidente con el agua, intento beber agua y esta vez llega a mi estómago sin problemas. Debo descansar.


5
Mi infancia, todas las noches sueño con ella. Será porque fue tan corta pero tan linda que al perderme en ella, me siento querida por alguien nuevamente.

La hija única de un padre único. Mamá se marchó en busca de los sueños que mi presencia en su vida hubiera truncado. Papá fue por tanto mi ídolo y mi todo, pues aunque nunca se preocupó en ser el mejor ejemplo para mí, me amaba mucho y me daba libertad para vivir.... Vivir hasta que el resto se encargó de obligarme a obedecer, dejé de aprender entonces y me metieron a estudiar.

Antes de eso, yo pasaba el día completo en el locacito de cachibaches que papá atendía en el Ipiales. A parte de que jugaba con él y con lo que tenía allí, los señores y señoras de los otros locales que me apodaron “gatita” y no precisamente por mis ojos que son más negros que un capulí, me regalaban golosinas, juguetes, vestidos y otras cosas más interesantes como mi primer carboncillo. Quién diría que la pared posterior del puesto siete de doña Camila, sería mi primer lienzo de garabatos con olor a librillo y papas.

No recuerdo o prefiero no recordar el momento en que me arrancaron de mi familia, en aras de mi educación y de darme supuestamente un futuro. Nunca más supe de papá, al inicio me visitaba, supongo que después se aburrió. Me dijeron que había muerto de colesterol alto, yo prefiero decir que en una tarde de fútbol y cerveza, le extraviaron para siempre el norte y aún no lo encuentra.

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