jueves, 4 de diciembre de 2008

manos capítulo 9


manos-rojodiluido
foto por luciérnaga

9
La falta de amor, la desocupación, me motivaron a involucrarme en las causas justas para no perder la razón del ser.

El nuevo profe, era un miembro activo de la JPR. Pronto me convenció de que mis dibujos eran el reflejo de la sociedad falsa y capitalista en que vivimos. Patricio descubrió que mis trazos no eran tan sin sentido, como el resto opinaba, dijo que ellos podrían ayudar a muchos a quitarse las vendas, que debería compartir mi talento y ayudar al cambio.

Empecé a asistir a sus reuniones. Mis manos estrecharon otros ideales y otra realidad desde entonces. El escucharlos me convenció de que la palabra revolución no estaba tan fuera de contexto y empecé a actuar.

Participamos en varias marchas y protestas. El olor a gas y los disparos, me enseñaron otros usos para mis manos que ahora disfrutaban arrojando piedras y haciendo señales obscenas en contra de la masculinidad de nuestros agresores vestidos de ley. Descubrí el significado de la fraternidad con taxistas, indios y buseteros que nos protegían cuando la cosa se puso dura.

Pero la sangre de mis lienzos, pronto se tornó a los cuerpos de mi gente, a las llagas que les dejaban las balas o garrotes perdidos de los chapas en las calles. Yo, que siempre creí en la idea modernista del arte por el arte, ante la impotencia de la injusticia y los abusos que sufrimos por defender la vida, el derecho a una vida digna, convertí mi arte, en arte para el pueblo y en contra del tirano.

Silvio, Buarque, Mercedes Sosa, Jaime Guevara, entre otros, acompañaban mis noches y madrugadas, mientras con mis dedos atacaba al papel, escribiendo o dibujando, o mientras hacía el amor con Patricio en nombre de la revolución. No me enamoré de él, fuiste el único que lo logró, pero lo quería y admiraba profundamente como mi mentor que fue.

Su muerte ‘accidental’ en el paro indígena del parque El Arbolito, así como de otros amigos desaparecidos, despetaron en mí una idea fija. No tardamos más que dos días en prepararlo todo.

Durante un mes completo, con aerosoles en mano, la JPR, representada en esta ocasión por todos sus miembros, asaltó durante las noches las paredes de la ciudad capitalina, para que fueran ellas quienes gritaran a través del graffitti o el dibujo, el dolor de nuestros pechos por el asesinato de tantos que solo usaban su derecho de libre expresión.

Pronto, la plaza de toros, iglesias del centro, centros comerciales, universidades privadas y muchos otros lugares de la misma índole llevaban nuestra huella.

Los medios, la ciudadanía y el Gobierno, se conmocionaban día tras día con la aparición de una nueva verdad. Sabían quienes éramos, pero al mismo tiempo no. Eso es lo bueno del anonimato, de la antipopularidad, te dan oportunidad de ser simplemente un buen fantasma.

Nunca aparecí en TV, no conocían mi rostro. Tenía tanto miedo de que me reconocieras y no entendieras lo que hacía allí, sería imposible me relacionaras. Una noche completa de insomnio fue suficiente para saber cuál sería la jugada final. Vestiría de blanco.

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