foto por luciérnaga
12
Éramos tres. Los dos vigilaban y yo me dediqué a pintar. A las 2:45 el trabajo estaba terminado cuando oí un par de disparos, luego silencio.
Empecé a correr, pero había olvidado firmar, eso es imperdonable para un artista. Metí ambas manos en el tarro de pintura y las coloqué de palmas en la parte inferior izquierda de la pared.
Un haz luminoso me cegó por unos segundos, seguidos de un ardor profundo en las muñecas. Cayeron como empanadas, una después de la otra y la sangre empezó a fluir.
No podía levantar mi cabeza, solo vi un par de botas negras y una voz ronca que me injuriaba, vandagloriándose por el ascenso que tendría por haberme atrapado. Otro par de pasos se acercaba, un ¡te pasaste de la raya!, un golpe seco y el par de botas cayeron a mi lado. En ese momento supe quien me había atacado.
Alguien me levantó y llevó a un auto. Me apreté las llagas contra el pecho para evitar la hemorragia y me desvanecí. Nunca vi su rostro, pero escuché claramente cuando me ordenó callar lo sucedido si quería seguir con vida y que me olvidará de todas estas estupideces.
Ahora me entiendes, sabes porqué no te busqué. Tú no me extrañabas a mí, como lo dijiste en esa carta que recibí unos días antes, eso lo supe desde el mismo día en que tu mano rozó mi palma al regalarme tus carboncillos.
Las amabas a ellas, las deseabas a ellas, no a mí. Me arrepiento de haberlas perdido. Ese no era mideseo, no fue una causa justa. Pues al levantarme de la cama del hospital, descubrí que mi país sigue siendo una mierda, que para el mundo mis manos solo sirvieron para hacer ‘justicia divina’.
Ellas, que tenían vida propia y hacían lo que querían contigo, encontrando siempre el lugar exacto, en la tercera costilla derecha, que te hacía elevar hasta el punto donde me amabas de esa manera.
No sé si ahora te sirvan de mucho, sé que las tienen congeladas en la morgue, esperando que su dueño vaya y las recobre. No nos hagamos los tontos, siempre te pertenecieron.
Empecé a correr, pero había olvidado firmar, eso es imperdonable para un artista. Metí ambas manos en el tarro de pintura y las coloqué de palmas en la parte inferior izquierda de la pared.
Un haz luminoso me cegó por unos segundos, seguidos de un ardor profundo en las muñecas. Cayeron como empanadas, una después de la otra y la sangre empezó a fluir.
No podía levantar mi cabeza, solo vi un par de botas negras y una voz ronca que me injuriaba, vandagloriándose por el ascenso que tendría por haberme atrapado. Otro par de pasos se acercaba, un ¡te pasaste de la raya!, un golpe seco y el par de botas cayeron a mi lado. En ese momento supe quien me había atacado.
Alguien me levantó y llevó a un auto. Me apreté las llagas contra el pecho para evitar la hemorragia y me desvanecí. Nunca vi su rostro, pero escuché claramente cuando me ordenó callar lo sucedido si quería seguir con vida y que me olvidará de todas estas estupideces.
Ahora me entiendes, sabes porqué no te busqué. Tú no me extrañabas a mí, como lo dijiste en esa carta que recibí unos días antes, eso lo supe desde el mismo día en que tu mano rozó mi palma al regalarme tus carboncillos.
Las amabas a ellas, las deseabas a ellas, no a mí. Me arrepiento de haberlas perdido. Ese no era mideseo, no fue una causa justa. Pues al levantarme de la cama del hospital, descubrí que mi país sigue siendo una mierda, que para el mundo mis manos solo sirvieron para hacer ‘justicia divina’.
Ellas, que tenían vida propia y hacían lo que querían contigo, encontrando siempre el lugar exacto, en la tercera costilla derecha, que te hacía elevar hasta el punto donde me amabas de esa manera.
No sé si ahora te sirvan de mucho, sé que las tienen congeladas en la morgue, esperando que su dueño vaya y las recobre. No nos hagamos los tontos, siempre te pertenecieron.
FIN
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