lunes, 8 de diciembre de 2008

manos - capítulo 10

Veo una silueta que se dibuja entre las sombras. Y son uno, dos, tres, cinco tentáculos de medusa que nadan, flotan, materializan y se fijan en los surcos de tu espalda, sobre tu ropa. A veces vestidas de negro, a veces desnudas, pero siempre te buscan.

Son manos, manos que necesitan tus manos, tus dedos. Manos que escriben para sentirse todavía vivas, a pesar de tu ausencia. Manos que tienen todavía dedos, uñas, sangre circulando en su interior y tal vez también una misión, crear.

Inventar en cada rasguño, en cada pedrada, en cada pincelada, en cada caricia, extraños universos de palabras hechas imagen. Formas nuevas y discretas de decirte te amo o te odio. Lugares recónditos en mi vientre donde por fin atraparte, asfixiarte en el compartir de alientos.

Manos para enlazar otras manos, aunque no sean las tuyas, solo para poder sentir por un corto instante la energía del apretón. Manos para construir. Manos lavadas en agua de río o con sangre, pero siempre limpias. Manos de cocinera, de albañil o de borracho, pero siempre productivas. Manos blancas, morenas, amarillas, rojas, azules, pero siempre humanas aunque no todas decentes.

Manos que existen solo en ti, que trabajan por la justicia, hasta cuando están bajo tu cremallera. Manos que te pertenecen antes de yo haber nacido y que te amarán aún cuando ellas me abandonen, porque te pertenecen.

O tal vez, manos para seguir mostrando las líneas de mi palma y encontrar en ellas, mi destino de pared blanca y al fin, manos que te escriben otra carta y tratan de hallarte en este ciberespacio de recuerdos abandonados.

... y continúa

jueves, 4 de diciembre de 2008

manos capítulo 9


manos-rojodiluido
foto por luciérnaga

9
La falta de amor, la desocupación, me motivaron a involucrarme en las causas justas para no perder la razón del ser.

El nuevo profe, era un miembro activo de la JPR. Pronto me convenció de que mis dibujos eran el reflejo de la sociedad falsa y capitalista en que vivimos. Patricio descubrió que mis trazos no eran tan sin sentido, como el resto opinaba, dijo que ellos podrían ayudar a muchos a quitarse las vendas, que debería compartir mi talento y ayudar al cambio.

Empecé a asistir a sus reuniones. Mis manos estrecharon otros ideales y otra realidad desde entonces. El escucharlos me convenció de que la palabra revolución no estaba tan fuera de contexto y empecé a actuar.

Participamos en varias marchas y protestas. El olor a gas y los disparos, me enseñaron otros usos para mis manos que ahora disfrutaban arrojando piedras y haciendo señales obscenas en contra de la masculinidad de nuestros agresores vestidos de ley. Descubrí el significado de la fraternidad con taxistas, indios y buseteros que nos protegían cuando la cosa se puso dura.

Pero la sangre de mis lienzos, pronto se tornó a los cuerpos de mi gente, a las llagas que les dejaban las balas o garrotes perdidos de los chapas en las calles. Yo, que siempre creí en la idea modernista del arte por el arte, ante la impotencia de la injusticia y los abusos que sufrimos por defender la vida, el derecho a una vida digna, convertí mi arte, en arte para el pueblo y en contra del tirano.

Silvio, Buarque, Mercedes Sosa, Jaime Guevara, entre otros, acompañaban mis noches y madrugadas, mientras con mis dedos atacaba al papel, escribiendo o dibujando, o mientras hacía el amor con Patricio en nombre de la revolución. No me enamoré de él, fuiste el único que lo logró, pero lo quería y admiraba profundamente como mi mentor que fue.

Su muerte ‘accidental’ en el paro indígena del parque El Arbolito, así como de otros amigos desaparecidos, despetaron en mí una idea fija. No tardamos más que dos días en prepararlo todo.

Durante un mes completo, con aerosoles en mano, la JPR, representada en esta ocasión por todos sus miembros, asaltó durante las noches las paredes de la ciudad capitalina, para que fueran ellas quienes gritaran a través del graffitti o el dibujo, el dolor de nuestros pechos por el asesinato de tantos que solo usaban su derecho de libre expresión.

Pronto, la plaza de toros, iglesias del centro, centros comerciales, universidades privadas y muchos otros lugares de la misma índole llevaban nuestra huella.

Los medios, la ciudadanía y el Gobierno, se conmocionaban día tras día con la aparición de una nueva verdad. Sabían quienes éramos, pero al mismo tiempo no. Eso es lo bueno del anonimato, de la antipopularidad, te dan oportunidad de ser simplemente un buen fantasma.

Nunca aparecí en TV, no conocían mi rostro. Tenía tanto miedo de que me reconocieras y no entendieras lo que hacía allí, sería imposible me relacionaras. Una noche completa de insomnio fue suficiente para saber cuál sería la jugada final. Vestiría de blanco.

lunes, 1 de diciembre de 2008

manos capítulo 7 y 8

manos rojo
foto por luciérnaga

7
Nunca te importó mi indiferencia y mi traición. Te preocupaba más el actuar bien la tuya.

Dentro de todas las materias que recibí durante los dos años que estuve en la Academia, aparte de tu clase, las de canto eran de mis favoritas. Mi voz no era extraordinaria, pero era una mezzosoprano bastante afinada.

Decidí entonces participar en un coro, haciendo de segunda voz para un evento intercantonal en beneficio de los ancianos. Te pareció bien, aunque no nos veríamos mucho porque los ensayos eran después de clases. A veces te quedabas para escuchar los ensayos mientras calificabas trabajos, pero luego te aburriste. Ya ni te conté que me habían dado un solo en el que hablaba de un viejo escultor de cabellos plateados que trabajaba con estiércol... pero ya no importaba.

Mi parte en el coro estaba tan bien, que me dieron permiso para faltar el jueves. No te lo dije, era una sorpresa, se supone que deben ser así, al menos eso sabía yo.

Tocó la campana de final de clase. Tú te quedaste como siempre arreglando tu desordenado maletín. Estabas tan metido en tu rectángulo de cuero que no notaste que me había quedado en mi pupitre admirándote y yo no noté que alguien más lo hacia desde la puerta.

Cerraste la tapa y por fin me notaste. Nos mirábamos fijamente. Te estoy esperando, dijo la voz de la licenciada de Diagramación. Me quedé helada y tú ni se diga. Hasta mañana señorita Gómez. Habías tomado tu decisión, la arruga sobre tu ceja desapareció y cuando te besó en los labios, yo tomé la mía.


8
La vida siguió. Nunca más volvimos a hablar, mi orgullo no me permitiría aguantar el papel de mártir y tú sabías que no daría marcha atrás. No te vi más con ella, pero me enteré que ella te odiaba por haberla utilizado y abandonado al siguiente día.

Mi noviazgo con Manuel duró seis meses en los que él aprendió mucho y yo disfruté poco. Su inexperiencia, su inocencia, su entrega y devoción total, terminaron por hartarme. Decirle adiós fue difícil, cuando no lo vi al siguiente semestre, entendí que lo herí en verdad. Tampoco estabas, tu reemplazo nos contó sobre tu traslado.

Hoy reconozco que tuve en él todo aquello que te pedí a ti y no quisiste darme, a través de mis preguntas tontas en la cama y con mis manos, siempre con ellas, que no te fueron suficientes para serme fiel o por lo menos sincero. A ellas las extrañarás, tanto como.

Me pica la oreja. Me ayudo con el hombro a pasar la picazón, ¿cómo me rascaré cuando me pique la nuca?

El médico regresa y me explica que en el Patronato ya no se puede hacer más. Que si estoy afiliada al Seguro, podría ir al hospital, que con suerte allí me atenderán mejor y verán alguna solución para mi situación. Que necesitan la cama para otros pacientes, que si quiero pueden llamar a algún familiar para que me ayude con el traslado.

No respondo. Se va gritándome que soy una estúpida o tal vez una sorda y azota la puerta. Me deslizo al filo de la cama con ayuda del tronco y la nalga. Saco los pies en medias debajo de la sábana y los asiento en el piso frío. Con los codos como eje de apoyo me logro incorporar. La sábana cae al suelo. Estoy llena de sangre.

... y continúa