jueves, 29 de julio de 2010

pArTiR

























foto por luciérnaga

El terror del fin inminente,
el egoísmo de alargar el adiós,
la consciencia próxima a la nada,
los apegos a la carne insuficientes.

Siempre es demasiado tarde,
Luego resulta muy cercano.
La paz del fin del sentir,
no justifica el dolor de marcharse.

Es mentira nuestro estar con propósito,
es ilusión 'toda la vida por delante'.
Sólo somos en el actual presente,
solo seremos en el último instante.

¡Cuán feroz nuestra naturaleza!
¡Qué pobre nuestra comprensión!
Por cada paso nos alejamos más,
con cada latido retornamos a la tierra.

Aceptarte,
hada helada,
sería más sencillo,
de lado y lado,
sin vinculaciones,
sin futuros inventados,
que jamás podremos
si quiera imaginar.

lunes, 26 de julio de 2010

toda la vida (intento de canción 1)













foto por luciérnaga

"El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno...Es una lástima encontrarse con un suicido que no sea por amor..."
Amor en tiempos de cólera








Aquí una larga historia
de amores, desamores,
de dos pasiones
y una bandera amarilla.
Se demostró que el tiempo
no cree que los viejos
deban de olvidar
que un día tuvieron sueños.

Y fue un río, la luna
la enfermedad... Cupido.

Porque el amor y el cólera
no entienden de la edad,
no respetan tu sexo o tus lágrimas.
Penetra hasta tus poros,
sale por las orejas,
te condena a ser tu esclavo,
¡Qué felicidad!

Fermina la rebelde
creía en su mente,
pero se ahogó
en prejuicios y falsas teorías.
Florentino en tanto
alimentó su suerte,
de cartas, de mujeres
y de muertas ilusiones.

Así la muerte, la vida,
la soledad vendría... los uniría.

Aquí una larga historia
de amores, desamores.
De dos pasiones
y una bandera amarilla
Se demostró que el tiempo
no cree que los viejos,
no puedan navegar por lunas...
Toda la vida.

miércoles, 14 de julio de 2010

Florcita y Lorenzo

Florcita era rebelde a la vida de campo. Despertaba de su cama recién a las 11:00. Luego de desperezarse larga y vigorosamente, iniciaba su día dando un paseo por su patio interior, repleto de gallinas, perros, cuyes y un par de conejos orejones. Encontraba a la Negra, su amiga en el centro del patio, sentada, tomando el sol y mirándola con resentimiento o envida pura. Ella sí madrugaba para iniciar las obligaciones de su día.

Casi una docena de palomas gorgoreaban en el viejo tejado decorado con una cruz de ladrillo, pero a Florcita no le importaba su presencia, ni que estuvieran por destruir el techo. Ella se acicalaba rápidamente para ir a la pared que lo separaba de Lorenzo, el joven y guapo vecino, con quien pasaba largas charlas de amor durante el día, lamentos por la tarde, pues eran horas en las que no podían encontrarse y, encuentros furtivos de pasión durante toda la noche, cada noche. Hasta el amanecer en que Florcita se escurría en la cama para que sus padres no lo notasen.

Florcita era adulta hace rato, pero con los mimos de los padres que le daban todo, nunca aprendió a ganarse el pan de cada día. Y con tal de que Florcita no se fuera de su lado, ellos soportaban todo, incluso su amorío tan comentado como en todo pueblo puede ser. La madre aguantaba las miradas inquisidoras de la iglesia entera cada domingo y el padre los comentarios subidos de tono de los hombres en la cantidad de doña Yolanda cada viernes.

Lo que el pueblo jamás sabrá es que la soledad es un plato aún más frío que el infierno de la buena vecindad. Que la vejez es un monstruo que atormenta a cada minuto, que la vida no dura para siempre y por tanto, dejar ir a su última hija, no era una opción para ellos.

Luego de más de un mes de sol intenso, hoy por fin, comenzó a llover. Era una lluvia tenue, tímida, pero con vientos de nevado mayor. Tanto así que las palomas no volaban a refugiarse en sus nidos, sino que aprovechaban para acicalar su plumaje. Era un espectáculo fabuloso, como de un balneario popular en una ciudad de un pueblo cualquiera.

Florcita con la lluvia regresó a la casa y con una mirada suplicante, obtuvo el perdón de la madre y el almuerzo servido. A lo lejos escuchaban los gemidos de su amante como cada tarde, pero a Florcita parecía hoy no importarle mucho... Empezó a recorrer la casa de rincón en rincón como nunca lo había hecho. Olía cada prenda de ropa colgada en el pasamanos, el patio y el cuarto de visitas. Fue a la vieja cocina de leña y metió sus extremidades en los costales de quinua, morocho, arrocillo, y lo disfrutó delicadamente. Fue a la huerta trasera a contar los tomates de árbol, las gallinas y uvillas que formaban un cerco natural.

Finalmente volvió a su habitación, la cama aún sin tender conservaba su silueta entre las sábanas. Se acomodó sin dañar la figura y retozó en ella y se envolvió después en sus cobijas en forma fetal y permaneció allí por varias horas.

Llegó la cena y la lluvia cesó. Un cielo estrellado encendía el pueblo de luna nueva. Las vigas de la vieja casa tronaban con el frío del páramo. Dos besos en la frente de Florcita como todas las noches y, los viejos se encerraron en su vieja habitación.

Florcita terminó su leche y partió como siempre por la huerta al encuentro con Lorenzo.

Amaneció. Los viejos madrugaron como siempre a alimentar a los animales, a echar un ojo a la huerta y la Negra estaba ya en el patio tomando sol y matando moscas.

Llegó el medio día. La anciana observó a Florcita el día anterior y presintió algo en su corazón. Quiso entrar a su habitación pero luego de un segundo, prefirió no enfrentar la realidad.

Pasaron semanas. Los ancianos pusieron candado a la habitación, inventaron una enfermedad a todos en el pueblo. Y viven felices ahora que saben que Florcita se quedará con ellos para siempre.

En el tejado de un par de cuadras al sur, Florcita y Lorenzo en cambio, maúllan a la luna, en espera del amanecer.



FIN

vida rural










foto por luciérnaga

Bueyes jadeantes parten

la tierra, alpargatas corren

por do quier, en poco tiempo

germinará la flor.


Hileras de fréjol enredado,

hilos de personas laboriosas,

saltamontes, hojas verdes,

aves diminutas animan

la jornada… Bromas, risas

reemplazan a los cantos de

antaño, pero el tesón sigue

vivo a través de lo eterno.


Vida rural sobre dos ruedas,

vejez entre gallinas y moscas,

con dádivas de la Pacha

que explota en verde y fruto,

con perros dormilones

y coladas de abuela.

rosa de vientos
















foto por luciérnaga

Rosa de los vientos musical,

gratitud de acordes solitarios,

de melenas sueltas al viento.

De fresas enconfitadas en el tiempo,

de naves de sol que cruzan

el universo, de Julia,

Rita y Lucy,

y siempre meroeando

el de mis caracoles…

Caracol de hogar.