domingo, 28 de septiembre de 2008

semana santa

El rastrero sonido de las cadenas en el asfalto marcaba el compás de la procesión que después de dos horas y cuarto no vislumbraba final. Era Viernes Santo en la ciudad y las calles más llenas de paraguas que de gente evocaban una devoción de tiempos pasados con su novelería hueca de siempre.

Tomaba apunte con un gran detalle de los rostros, colores y elementos del ritual con alguna esperanza vana de publicación en el diario antes del cierre de las 16:30. Yo, la asistente que con mi minúscula cámara intentaba batirme duelo con decenas de Goliats que con sus gigantes lentes empequeñecían mi alma.

De lejos, don Rodrigo, con sus años encima y su no poco ignorable cámara realizaba a la perfección las tomas que yo haría mucho mejor si tuviera su lugar.

Desde hace 6 meses que trabajo para el medio hago lo propio. Cubrir desde mi rincón oculto, en este caso, la Vargas y Esmeraldas, con mi libreta de papel Kimberly, mi cámara digital de solo 3.2 pixeles y siempre más anónima, más retraída e insegura. Escribir mis fantásticos reportes que luego procesaba hasta la madrugada pero que nunca me atrevería a presentar.

Hoy los conté, sumaban ya 66 mis escritos. No se si el pasar como un fantasma toda la secundaria y la mitad de mis actuales estudios universitarios, me acostumbraron a ser el mejor testigo silencioso de los eventos, pero como fantasma igualmente a ser la más imposibilitada para comunicarlos al mundo mortal del cual formaba parte.

La multitud desordenada y renuente a permanecer en su vereda obligo a un enjambre de cucuruchos a detenerse por un largo momento. El más agradecido era sin lugar a dudas el Cristo de turno quien, aunque lleno de pintura roja y latigazos ficticios de piola, estaba francamente exhausto.

La particularidad de ese rostro fue suficiente para el asalto de varios lentes que ajenos a cualquier solemnidad o religiosidad convirtieron a los personajes en modelos y al centro de Quito en estudio. Acabaron en minutos varias memorias y rollos a su antojo.

Mientras la mayoría de fotógrafos se embrujaron con el Cristo, yo me sentí atraída por los pies desnudos de los cucuruchos. Sigilosamente y agachada al máximo, entre la multitud tomaba sonrientes, cansados, blancos, sucios y duros pies sin estorbos ni competencia. Al menos aquí tenía la exclusiva.

Por fin llego el día, San Viernes. Hoy encontraré la fotografía que me permita irme de vacaciones. El sol es insoportable, creo que en esta esquina aguardare el paso de todo… Solo debo encontrar ese algo que nadie aprecia y estaré del otro lado.

¡Pobre hombre! Encima del cansancio de cargar tremenda cruz a hombros, le toca posar. Estos típicos gringos que con sus rizos creen poder estar en medio de todo. Seguro que ni entiende la razón de todo esto. Simple folclore, simple turismo…

A sus adentros, tal vez ni siquiera él entendía algo. Tomando su gran lente angular y haciendo una cola a sus largos cabellos lacios, se abrió también entre la gente que sin chistar observaban extrañados al flaco hombre. El gran parche negro de este fotógrafo sobre su ojo derecho era en definitiva singular y le daban más prestigio entre el gremio que al notar su presencia hicieron venia al recién llegado con un espacio en la montonera frente a don Cristo que ahora hasta sonreía por tanta atención prodigada.

Para no hacer sentir mal a nadie, solo tomó 5 fotos despreocupadas y se alejó. Los otros, dudosos, no sabían si seguirlo o permanecer absortos. Al parecer, este viejo no podría ser tan importante como el ‘gringo’- como ellos pensaron.

Mientras caminaba en busca de ‘algo’, lo que fuera en los morados rostros encapuchados del desfile, una silueta minúscula y escuálida de rodillas obligo a su único ojo a girar. Parecía estar suplicante frente a un anciano cubierto. Al aproximarse descubrió una pequeña cámara digital entre sus dedos.

La humildad de su silencioso trabajo y la forma en que daba después las gracias a los pies-hombres que fotografiaba lo conmovieron e interesaron, pero nunca pudo verla de frente. Se quedo de pie y su único ojo la siguió con la mirada…


***
Si estos callos hablaran, seguro entenderían menos o más la razón de este maltrato extra… ¿Por quién caminamos? No vemos trabajo, ni pastizales, ni lugar de destino… ¿a dónde vamos?

¡Que tonta! Seguro ni entienden que hace esta flaca intentando un dialogo con ellos a través de este aparato. De todas formas, yo hablaré por ustedes, hoy contaré la Semana Santa desde abajo, desde sus mundos dispares.

Y saliendo del asfalto continuo agachada por la vereda ahora moviéndose con dificultad entre los curiosos para saludar con su minúsculo lente a las zapatillas, sandalias, medias, mocasines y a cientos de olores que se mezclaban con la basura y el ladrillo del bordillo. Después de unos minutos más, guardo la cámara en su shigra y empezó los apuntes en un cuaderno de tapas verdes… Su rostro se iluminó por un débil rayo de sol que traspasó una nube…

***
¡Es linda! ¿Sera de algún medio? Debe ser nueva, no la he visto antes por aquí… Me gustaría ver sus fotos, pero nunca me las mostraría, así es entre nosotros.

Y al sonido de un bombo, el lastimero canto de la banda reanudó el paso de cruces y anónimos mártires en la procesión y para el resto de feligreses que rompían las filas para seguirlos hasta la iglesia. Momento para un café.

El hombre del parche perdió de vista a la joven. Desilusionado se fue al Café Modelo a fumar un poco.


***
Podría armar un fotoreportaje… Solo pediré una buena taza de café y empiezo a redactar, con suerte terminaré antes de las tres.

Sonriente y con su café a un lado, escribía inspirada, engañándose a si misma de ser tomada en cuenta para el cierre de edición. Ni siquiera se atrevería a ir.

¿Tomar fotos de pies es algo irreverente? Debes ser muy buena.

Sonrió tímidamente al escuchar por primera vez en su vida un piropo de alguien que había notado su presencia. El parche negro la intimidó aún más, sabía perfectamente quien estaba en frente suyo.

¿Puedo acompañarte mientras termino mi cigarrillo?

Sí claro, no hay problema.

Supongo enviarás este material a algún medio, veo que hasta redactas una nota.

Aún no estoy segura, soy independiente.

Por favor, dímelo, solo quisiera comprar la revista o periódico en que vas a publicar, creo que tus fotos serán muy interesantes.

Si quieres, te las puedo mostrar… Y extendió su cámara para que él la tomara.


***
Mientras recorría el slide de fotos, lo entendió todo. Al iniciar las fotos de los pies, la del anciano fue su favorita. Esa era la foto de sus vacaciones...

Llegó la noche después de una tarde de garúa continua, propio de los Viernes Santos. Ambos salieron del café sin rumbo fijo.


***
La portada de una revista conocida de la capital mostraba un par de pies envejecidos semanas después.

El hombre del parche negro disfrutaba de sus vacaciones en una montaña de la serranía y, la joven tímida continuaba su sigilosa tarea en aires lejanos de su ciudad natal.

De pie en su rincón oculto, ahora, en la Primera Constituyente y Velasco. Con su libreta verde de siempre, anónima y tímida, pero con una pesada cámara con lente gran angular entre los dedos y un material que entraría a las 18:15 al cierre de edición... Esperaba el regreso de Joaquín de sus días libres.

FIN

viernes, 19 de septiembre de 2008

cuando el hueso llora...

cuando el hueso llora
Foto jocha de: David Guzmán

Cuando el hueso llora,
arde en calores y
éxtasis no conocidos.
Cuando el hueso llora,
se hinchan los músculos
en un abrazo de cobijo.
Cuando el hueso llora,
brotan lágrimas de leche,
crecen raíces de calcio,
se mece cual infante.

Cuando el hueso llora
y te empeñas en acompañar sus lágrimas,
sientes como se desmiembra a hilachas,
tiritas y tirita a la espera de una pronta
reconciliación con la dermis.

Cuando el hueso llora,
como parada obligatoria,
es sabio escuchar sus gemidos,
sus enseñanzas de girasol y menta.

Cuando el hueso llora,
a veces se torna violeta,
rojo, azul, melocotón,
olvida sus penurias e
inventa formas de alegrarse.
Cuando el hueso llora,
se viste de nariz,
se bebe una sandía,
se pierde en una ronda…
Cuando el hueso llora,
su sanación es un milagro
de juegos, besos, sondrisas
y abrazos de niños imaginarios.

lunes, 8 de septiembre de 2008

...hastío...

Photobucket
foto por: luciérnaga

Cuando un cielo gris duerme dentro de la casa
Y los libros-bestia viven en el abismo,
La tierra pare y se parte en verde.
Huyes del todo para olvidar el aire negro,
La cumbre triste muere por la noche
Y los labios nacen entre lágrimas e ilusiones.