miércoles, 10 de diciembre de 2008

manos - capítulo 11


11
Por fin se levantó, dice la enfermera que enseguida me ayuda a ponerme las zapatillas. Dice no entender cómo pudieron hacerme esto, que es una salvajada. Le indico con mis ojos el jarro de agua del velador, ella entiende el mensaje y me da de beber.

Cepilla mis cabellos. Mientras me hace una cola, me recomienda ir a la Policía a denunciar el siniestro. Se me escapa una risita. Me hace una última revisión, todo está bien, dice que puedo irme cuando quiera. Recuerda dejar la puerta abierta al salir.

Atravieso el corredor hacia la salida, ahora entiendo por qué me miraban como bicho, la sangre se nota más en las ropas blancas. Llego al portal de cristal y lo abro empujando con mi codo, ahora imprescindible. Ya fuera veo al Pichincha lleno de lucecitas, ya es de noche.

Camino varias cuadras, intento llegar a casa. Un almacén de electrodomésticos está aún abierto, mucha gente se detiene en el escaparate y ve a los televisores. Es el noticiero de las ocho, hablan del acto vandálico de la noche anterior. El periodista que está en el Palacio de Gobierno, describe con ayuda de la cámara el grotesco dibujo realizado en las paredes antes blancas. También habla de un gran charco de sangre a su lado, no se sabe nada del asunto. Aunque hay quienes afirman que había dos cuerpos tirados en la calle, a solo unos pasos de allí, pero desaparecieron.

La Policía dice que no llegó a tiempo para saber quiénes eran y atraparlos, que no vieron ni escucharon nada. Sobre la sangre y los supuestos cuerpos, suponen fue una lucha entre pandillas en la que nada tuvieron que ver.

Van a regresar a estudios centrales pero, noticia de última hora. Acaban de encontrar un par de manos, sí, aunque no lo crean, dice el periodista, un par de manos, aparentemente de mujer, arrojadas a 50 metros del lugar de los hechos. Parecerían ser las manos que firmaron en cada pared que fue pintada, puede que las hayan cortado con una espada. Los miembros, ahora inertes, se muestran en medio de la hierba de palmas, como suplicantes. Están untadas de pintura negra.

La Policía obliga al camarógrafo a cortar la tansmisión, se ven preocupados. Justicia divina, menciona alguien en la multitud. Meto mis brazos debajo de la chompa y continúo mi recorrido.


... y continúa...

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