sábado, 12 de julio de 2008

me sueño

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Foto jocha de: Omar Arregui


Me sueño, me almohado

me vuelto y me camo.

me luna la noche,

me lluvia la helada,

me vuela la mente,

me ojo en el techo,

me silencia la bruma,

me mata la calma.

Me sueño… me sueño.

Me pienso, me siento

me quiero en tus brazos.

me baña la nada,

me añora tu ausencia,

me nostalgia tu sombra,

me insomnio en tu pecho

me grito tu nombre.

Me sueño… me sueño.

Me direcciono, me camino

me ventano en tu lecho.

me mano una caricia,

me airo a bocanadas,

me pulso los latidos,

me boco en tu beso.

Me sueño… me sueño.

Me pierdo, me encuentro

me coloro y desfiguro.

me revelo en otro planeta

me fugo junto a una estrella

me calzo y descanso.

Me sueño… me sueño

Me bajo, me vuelvo

Me plumo, me feto

Me frío en la sábana

Me diento entre risas.

Me sueño… por fin… me sueño.

Me grillan, me croan,

me pían, me cantan

me transcurre la noche.

Me sueño… me sueño.

Me suspiro, me ronco

me apago a la madrugada.

Me sueño… me sueño.

Me sueño… me sueño.

Y me alba la mañana…

Ju-egando a la foto en La Ronda

barrio la ronda
Foto por: luciérnaga

... reciclajes y despedidas necesarias para re-encontrarse ...

miércoles, 9 de julio de 2008

La partida

La Partida
Foto por: luciérnaga

La cabañita de la abuela. Sí, aquella bañada de días perdidos y plumas robadas. El lugar donde mi hermana y yo disfrutamos de sueños olor mozarella y travesuras que abrigaban el alma.

Una casucha blanca, ahora gris por el pasar de los años, donde papá aprendió el oficio del abuelo, trabajo de suelas y medias suelas que nos dejarían ver con ojos de huevo –ávidos de conocimiento y admiración- la gran capital.

Afuera, mientras compartimos un chocolate con máchica bien caliente, la luna roba sus últimos rayos al sol y las mansas vacas lanzan un hondo mugido antes de marcharse... Aves ya no se oyen, parece que hasta los pichones sintieron la muerte de estas paredes y prefirieron no servir de testigos.

Nosotras crecimos pero yo volví, al no ver futuro para mis cuadros entre nubes grises y soles de ladrillo en Quito. Encontré un refugio perfecto en el segundo piso –cuarto de la tía- y allí disfruté con “mamallo”, ya canosa pero tenaz, el perezoso paso de los días.

Lavo (a) la taza y la guardo (a) en la caja. Ella pone la cinta adhesiva y se la lleva para el auto –con cuidado a ver si al llegar aún queda un poco el olor a humedad de aquí-, digo pero me ignora. Subo las gradas, vuelvo a bajar y subo de nuevo y recuerdo al ver charquitos en el tablón de mi cuarto cómo soltaba la abuela, las lágrimas contenidas toda una vida frente a la verdad enlutada de la partida.

Con mis yemas sorbo de esta agua, cual hiel aún conserva la sal... Al incorporarme me hallo frente a un espejo, estoy segura lo es porque refleja todo, todo menos algo, a mí. – Debe ser el cansancio, después del accidente no he dormido ya nada -. Me vuelvo a ver o a no verme y corro por los escalones porque mi hermana encendió el motor de su automotor y no vaya a dejarme, como tantas veces.

Es tarde. Laura se marchó con todo, hasta con mi recuerdo. Ahora entiendo que no me olvidaron, nadie partió, fui yo quien se murió y hasta hoy me di cuenta.