martes, 18 de noviembre de 2008

manos - capítulo 2 y 3

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foto por luciérnaga

2

Mi primer día en la Academia de Artes fue terrible, como el primer día en cualquier cosa que se emprende. Me preocupé tanto en lucir bien -a veces el consumismo nos afecta a todos- que por buscar la ropa, peinado, maquillaje perfectos y hasta el tono de voz que usaría, olvidé tontamente los carboncillos sobre el aparador.


Lo recordé justo antes de ingresar en el salón y, como buena desordenada, dejé caer el bolso al piso y empecé a rebuscar sin sentido, pues tenía la completa certeza de que no estaban allí, que bobería. No entiendo porque a veces hacemos eso, engañarnos con conciencia, como creer eso de que la mano derecha no se enterará de lo que hizo la otra. Si ambas son cómplices, la una tapa a la otra pero nunca se desentienden, ambas viven o mueren.


¿Te puedo ayudar con algo? Esas fueron tus primeras palabras para mí, al observar como mis dedos, mis delgados dedos, pintados con esmalte lila que combinaba perfectamente con el buso cuello tortuga, hurgaban de bolsillo en bolsillo, a la vez que mi mente rogaba un milagro que trajera a los carboncillos de regreso a mí.


Olvidé traer mis carboncillos... y no dije una palabra más, pues cuando por fin alcé mi mirada, me perdí en tu quijada partida, en tus labios delgadísimos, en esas orejas de conejo, en esas entradas de tu frente y esa arruga tan sensual sobre tus pobladas cejas.


Sacaste dos barritas de carbón del bolsillo de tu chaqueta y las depositaste suavemente en mi palma zurda, diciendo que no valía la pena que el carbón pudiera arruinar el primer día de una chica tan linda. Gracias. Tomé mis cosas, las metí como puede y me perdí en el salón. Olvidé todo lo que había practicado en la casa, no mire a nadie. Solo me senté en el único pupitre que encontré desocupado junto al escritorio del profesor, pues ni modo, eso me pasaba por entrar de última.


Todos conversaban, pero no me importaba. Tome tus, mis carboncillos y luego de admirarlos como si fuera chocolate, empecé a dibujar. Saqué una hoja INEN de papel periódico y empecé a rayar...te:

Es un buen dibujo, pero diría que las orejas están muy chicas. No podía ser, estabas frente a mí, sonreíste, retrocediste unos pasos y dijiste buenos días!, seré su profesor de composición este semestre.


Me miraste, esta vez no bajé la mirada, sabía que nuestras manos se unirían más allá del papel y se dedicarían a componerse las unas a las otras, a dibujarse y desdibujar las líneas de nuestras palmas, a crear nuevas sensaciones, mientras nos durara.




3
Me duele la cabeza, el techo patéticamente blanco permanece arriba aunque con el mareo empieza a girar. No puedo ni agarrarme las sienes que me palpitan como bombo, ya no están. Las extraño y necesito más que a mis oídos que solo escucharon malas noticias, que a mis piernas que me llevaron por malos pasos, más que a mi lengua que hablaba puras bobadas filosóficas, aunque tuvo la suerte de roer tu paladar, encías, dientes y de vez en vez se sentía una sola con la tuya.... MAKTUB.


He pensado en llamarte, en escribirte, en contarte que fue de mí, que pasó con ellas, luego que te transfirieron a provincia por despecho. Pero tengo miedo, terror de enfrentar esta realidad, donde así te llamará no sería yo quien digitara tu número, si te escribiera, no sería mi mano zurda la que hiciera los trazos, si te viera, ya no podría tocarte o acariciarte o si quiera al menos, golpearte. Porque ya no soy yo, no más, ya no existo igual que antes.


Viene una enfermera gorda y rubia de farmacia que me observa, igual que el niño de la gasa, pero además demuestra lástima. Pobrecita, dice con inspiración, quiénes les hicieron esto, me acaricia la frente. Intento decir algo, pero no surgen las palabras. Ella cree que tengo sed. Levanta mi cabeza con su mano izquierda y me da de beber un poco de agua. La siento como vinagre, clavada en esta cruz sin brazos, le vomito encima.


y continúa....

viernes, 14 de noviembre de 2008

manos - capítulo 1

manos y vasija barro

Foto por luciérnaga
Volví a caer, me desvanecí. Ya es la cuarta vez que esto sucede. No sé dónde estoy, ni cuánto tiempo pasó desde que decidieron que debían abandonarme, es obvia su ausencia.

Las paredes de color rosa enmohecido, me indican que estoy en el Patronato del Norte, ¡qué coincidencia! tan cerca de mi casa, está frente a la feria libre del mercado. Por eso el fuerte olor a cebolla y humanidad.

Tengo una comezón en el muslo derecho, con esfuerzo me rasco con el codo, pero no es lo mismo. Al virar a mi izquierda, noto que no estoy sola en la recámara, un niño con una gran gasa y esparadrapo en la cabeza, me mira como a un fenómeno desde su cama. Me pregunto si estaré muy despeinada y le sonrío. Ahora es él quien se vira.

El techo blanco, me transmite su desesperación. Pide a gritos sordos ser ultrajada, mancillada, violada, yo la entiendo, no soporta el peso ruidoso que le deja el vacío... Y yo, que le hubiera dibujado un par de dragones de dos cabezas entrelazados, en una noche de estrellas luminosas, ya nada puedo hacer. Sus bocas despedirían fuego, las cuatro enfocadas hacia el centro. Allí, habría una casita de madera, donde dormitaría plácidamente un infante.

Sería hermoso, una verdadera obra de arte...
Así elogiabas mis trabajos en la Academia, pero no será esta vez.
Me dejo vencer por el efecto de algún antibiótico inyectado en mis venas y cierro mis ojos....
...CoNtInÚa...

viernes, 7 de noviembre de 2008

lluvia

Teatro Sucre en noche de lluvia
foto por luciérnaga

Una, dos, tres
minúsculas, silenciosas
y recatadas gotas
de rocío crecen
patas arriba en
laderas blanquecinas.
Derramando sus frutos
en las áridas calles y
avenidas; en los desolados
tejados ya sin gatos,
en las cabezas menudas
de transeúntes y uno que
otro loco que al igual
que yo, recibe de faz
a la dulce lluvia mientras
SOLO
Camina.

Resbalan, corren
juguetean por mis
sienes, por mis cabellos
enroscados y húmedos
que se meten por
pestañas y ojos.
Penetra por los poros
a las entrañas y
hasta purifica el alma.
O la lava, de afuera
Pa’ dentro con ayuda
de una que otra gota,
de adentro pa’ fuera
que cura los dolores
que llueven mientras
SOLA
Camina.

Ríos intransitables
de agua se llevan
la basura de todos:
recuerdos de fiesta,
comida y otros
cotidianos menesteres.
La atmósfera es gris,
los vidrios se empañan
y no de puro amor,
los paraguas no resisten,
se entumen los miembros.
Se aspira un aire gélido
y se expele un vaho
con el poco calor que
nos queda de vivos mientras
SOLO
Caminamos.

Estallan, se rompen,
golpean, castigan
a chompas y ponchos;
las grises nubes que
indolentes y quemimportistas
se agrupan en lo alto.
Creando descargas
poderosas de
ruido y mucha
luz, pasando
corriente entre
dos cuerpos unidos
por el azar,
que se besan con
la mirada mientras
SOLO
Caminan.

Lenta, suavemente
la llovizna que
cubrió las pieles
y agitó los corazones
de estos dos desconocidos
se pierde, desaparece.
El azul cielo
ahuyenta a las
pocas nubes,
el vapor se eleva
por los postes
y un tenue rayo
de sol anuncia
el retorno de la vida
a las calles ahora
pobladas de gente
que, como siempre,
SOLO
Camina.