martes, 19 de agosto de 2008

claúsula olvidada

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Foto por: luciérnaga

Gonzalo prende una vela para abrigar la alcoba. Un tímido lirio blanco parece flotar en la oscuridad de una esquina. Camila se coloca una diminuta pijama violeta, prende el televisor y coloca una película francesa en la pantalla. El ruido del idioma extraño, evitará los silencios tortuosos y más aún, los diálogos innecesarios en este ‘estricto’ intercambio de servicios y carencias.

Amigos de años o de nunca. Con ganas de siempre y Rafael, el ex de Camila y mejor amigo de Gonzalo como pretexto perfecto para evadir el amor.

Meses desérticos de sexo. Un encuentro casual en el MSN. Un chiste malintencionado, tal vez dos. Una insinuación descuidada. Una verdad revelada. Una necesidad indecorosa. Un departamento libre. Una tarde de escape.

El calendario marcó las 15:00 del 5to mes del 5to día. Un cólico repentino. Un viaje de trabajo. Ambos inventados y suficientes para que un par de sexos llenos de humedad pero faltos de complicidad, se intercambiaran más adelante.

Camila llega primero al café. Ese lugar que por meses la ve arribar sola, pasar horas divagando en sus libros del momento y luego marcharse igual. ‘¿Lo de siempre?’, pregunta el chileno después de un hola afectuoso. ‘Sí’, responde mecánicamente. ‘No, mejor no’. Revisa rápidamente la hoja-menú. ‘Tráeme un mojo’.

Diez minutos intentó concentrarse en las pinturas del lugar, en juguetear con el fuego de la vela de su mesa, en tararear a Silvio que se escuchaba de fondo, pero nada. Solo el sorbo largo y continuo del mojo hasta su final, paró la tembladera de su rodilla derecha.

Suena el celular. ‘Sí, ya bajo’. Se levanta. Toma su enorme mochila. Paga la cuenta y corre por las gradas. Tras la puerta, se detiene un segundo. Respira hasta las costillas y se dibuja una sondrisa.

‘Hola! Que más?’, dice y la besa en la mejilla. Pone primera y arrancan mientras comentan los temas de rutina. El trabajo agotador de Gonzalo en el diario. Lo corrupto de la ONG de Camila. El divorcio de Gonzalo. Lo bien que está Andrés, esposo de Camila. Las crisis, los pasados, las nostalgias... Al fin llegan.

Es un conjunto privado de casas casi en la salida de la ciudad. Gonzalo consiguió ahí un mini departamento ultrabarato pero encantador. Gira la perilla con la llave y Camila enmudece al ver una escalera de caracol que desde el centro de la sala parte al mismo techo. Cojines en lugar de sillones, un gran estante de libros y tras una pared de cristal, una cama silenciada por las siluetas de la tarde.

Gonzalo se adelanta a la cocina y regresa con una gran flor blanca. La deposita sin discurso en el regazo de Camila. Ella desde el cojín, no se anima a verla. Rebusca unos papeles cualquiera, para mantener las manos vivas y el corazón lejos.

Los preludios a esta hora están de más y los minutos avanzan.

Camila lo toma de la mano. Lo lleva a la habitación. Se desnuda con naturalidad. Se coloca la pijama y se mete en las cobijas. Gonzalo metódicamente se saca el pantalón de vestir, la camisa negra, los zapatos lustrosos. Los coloca casi casi doblados en una mecedora que yace al pie del lecho.

La sigue al interior de la cama. En su desesperación no acierta a más que estrecharla. Un abrazo embrionario la estruja con la fuerza de su gran tamaño. Camila, flaca e indefensa, se deja sentir. Se mantienen así por varios minutos.

Pronto, los dedos comienzan a perder la desconfianza, lo atrofiado de la falta de uso. Empiezan a deslizarse ágilmente por brazos, cuellos, piernas, pies y nalgas. El resultado es fabuloso. La sincronía casi mágica. Se entienden a la perfección.

En no pocas horas después, duermen exhaustos… Ella, con su cabeza sobre su pecho. Escuchando el corazón que todavía late agitado. Él, cobijándola con su largo brazo. Aspirando el perfume de su cabello sudoroso.

Anochece. Amanece. Se ducha ella. Él prepara el desayuno. La clave de La 33 alegra el pan rancio y los huevos desabridos que delatan la falta de experiencia del chef. Con ojos brillantes y palabra amplia vuelven a los temas infantiles. Sueños y las banalidades. Son deliciosos. Por un segundo todo parece posible.

Un chau. Un portón que se cierra. Una rutina que reinicia o se retoma. A Camila le queda el placer insuperable de un útero ultrajado a diestra y siniestra con consentimiento y un lirio blanco en la mano zurda. Gonzalo conserva en sus dedos, en su boca, el sabor del 7mo día de ovulación… O será del 14?

Pasan dos meses y medio. Gonzalo termina su primer editorial. Saca su celular del maletín. Llamada perdida de Camila. Le marca. No le permite hablar. Escucha silencioso la cláusula que olvidaron escribir. La biología no entendió de falta o exceso de amor. Camila no puede con la culpa. Confiesa. El muerto yace desde hace media hora, hasta la eternidad, bajo el césped de un parque de la ciudad.

4 comentarios:

Mary J. Varher dijo...

hermoso!!!
me gustó mucho, dime es tuyo el cuento o es de alguien mas? pues es muy bello!
bueno saludos desde méxico! ^^

Gio Valdivieso Latorre dijo...

Gracias por la visita a esta minga... Sí el texto es mío, como todo lo que se publica en este espacio... Saludos desde el pupo del planeta para ti!!!

Desdelpupo dijo...

Amantes furtivos, encuentros fugaces, sexos satisfactorios, sondrisas entre cortadas, dos ajenos cercanos que se verán con la indiferencia de las mejillas volteadas, sábanas esquivas al violeta de las pijamas, celulares apagados a la verguenza, a la desconfianza, a aquella posibilidad, cuerpos inertes que bajo la pacha darán vida a algo más... Yo me quedo con el amor.

Te lo dije hoy..., es de las cosas más lindas y fuertes este texto mi Luciérnaga. Yo.

Joy dijo...

Uy! a mí se me vino a la mente una situación leyendo esto, y mejor no te cuento jejeje. Me ha gustado este relato en particular, me ha traído unos cuantos recuerdos; extraño los "cafés" de Quito, esa mezcla entre bohemia y soledad acompañada de cuadros y antiguiedades colgados de las paredes... en fin.

Vendré por aquí de nuevo. Un saludo mi querida Gio!